1. Cabo Polonio. Sin duda, el mejor ejemplo de la desconexión urbana. Esta playa pertenece al Parque Nacional de Cabo Polonio, una zona natural muy protegida contra la acción del ser humano. Tanto es así que, para llegar a la playa, sólo se puede acceder mediante vehículos 4x4 o en carros tirados por caballos, prohibiendo el paso de coches particulares para atravesar los 8 kilómetros de dunas y vegetación hasta la orilla del mar. Pequeñas casitas, zonas de relax y ranchos salpican este lugar en el que no existe la luz eléctrica, el gas ni el agua corriente. Sin embargo, experimentar la naturaleza en estado puro no tiene precio, ni mucho menos dormir bajo el manto de estrellas perfectamente visible.
2. Piriápolis. Se trata, probablemente, de la más familiar de las playas uruguayas. En el departamento de Maldonado se alza esta ciudad de intensa vida comercial y de entretenimiento nocturno, que hace las delicias de aquellos viajeros más activos y urbanitas. Construida durante la Belle Époque –lo que le ha conferido una preciosa y cuidada estética-, Piriápolis ofrece nada más y nada menos que 25 kilómetros de costa, destacando las bahías de blanca arena y agua impecable. Diversos puertos rocosos permiten practicar la pesca deportiva de diferentes especies marinas.
3. José Ignacio. Bohemia y chic, esta playa permite disfrutar de un paisaje agreste y natural sin renunciar a las comodidades de establecimientos hoteleros boutique, de lujo, gran oferta de restaurantes e, incluso, galerías de arte. El Faro, desde donde se abre la inmensa panorámica atlántica, separa la zona en dos playas: La Mansa, imán para los más bellos atardeceres, y La Brava, cuyo carácter atrae a infinidad de surferos de todo el mundo. Los amantes de la naturaleza encontrarán aquí una joya para recorrer, ya que disponen, por ejemplo, de las lagunas Garzón y José Ignacio, ideales para el avistamiento de aves, así como de muchísima riqueza ecológica.
4. Barra de Valizas. Pasear a caballo entre sus olas es una de las experiencias más inolvidables que cualquier viajero encontrará en esta playa. Un lugar cargado de encanto, cuya orilla se encuentra enmarcada por altas dunas y cuyo pueblo, formado por ranchos, cabañas de tablas de madera y casas de paja y otros materiales, que inspiran amabilidad y sosiego, se formó por los supervivientes de diversos naufragios que fueron instalándose en el siglo XIX junto al Arroyo Valizas. Artesanos y pescadores constituyen principalmente la población de este rincón uruguayo; mariscos y pescados frescos, su gastronomía; y playas solitarias y el impresionante Cerro de la Buena Vista (punto dunar más elevado), la memorable postal paisajística que se llevan sus visitantes.
5. Punta del Este. Epicentro de la buena vida, los VIPs, el glamour, y la jet set internacional, la costa de esta ciudad ofrece sol, arena blanca, bosque, aguas claras y todo aquello que un visitante pueda desear. Desde zonas destinadas a la práctica del nudismo hasta aquellas más reservadas para el desenfreno juvenil, pasando por las fabulosas vistas del icónico Casapueblo (hotel y museo atelier realizado por el escultor uruguayo Carlos Páez Vilaró) y la inigualable Isla de Lobos, donde se encuentra la mayor reserva de lobos marinos de Latinoamérica. ‘La perla del Uruguay’, tal y como se denomina, permite a los viajeros experimentar la faceta más sofisticada del país, una sofisticación cargada de naturaleza y cultura, que se suman al resto de lujos disponibles en Punta del Este.
6. La Pedrera. Los amantes de los atardeceres y de la vida contemplativa –concretamente, para contemplar el océano- encontrarán en este pueblo su alma gemela. La arena se entremezcla entre las rocas de su litoral, y el acantilado se convierte en el perfecto mirador de días y noches. Estas piedras, que dan nombre a la localidad, separan las dos playas: El Desplayado, cuya mar serena es ideal para familias con niños, y El Barco, más brava y en cuya extensión los visitantes descubrirán los restos del Cathay, navío chino que naufragó en los años setenta, además de olas realmente tentadoras para los surfistas. Asimismo, desde el invierno a la primavera austral se pueden divisar las migraciones de las ballenas francas.